jueves, 28 de junio de 2007

Where is my Mind? II parte

Ójala me hubiesen dedicado 20 minutos de placer oral. No se cuanto fue. Tal vez fueron 7 y medio. Lo que sé es que después de dos años y medio sin que ninguna boquita tocara ese rinconcito mío, a mi me supo a gloria. L-I-T-E-R-A-L.
La cogida es otro rollo. El muchacho en cuestión siguió aplicando sobre mi el torniquete y toda clase de posturas kamasutreñas. Y lo vuelvo a repetir, en todo momento tuve la sensación de que estaba tratando con un experto. En todo momento, excepto cuando en una marometa, decidió cargarme. Ahora bien. El muchacho no era precisamente alto. Digo, tal vez un par de centímetros mas que yo. Y yo tampoco estoy ni en mi etapa de anoréxica ni muy sobradita de kilos. Pero eso sí, cuando decidió aplicar el “yo parado cargándote” pues obvio no pudo más que tres metiditas (así o más guarras). En fin, el caso es que en algún momento en posición misionera, mi mente simplemente despegó y debo confesar que quise olvidarme de toda la situación. Para mi ya era suficiente.
Así que prácticamente yo pensaba en la quesadilla que me iba a preparar cuando llegara a mi casa, (Tortillinas, queso manchego, aguacatito, salsita y pa dentro.) mientras que el muchacho hacía el torniquete y todo lo que se encontraba en sus capacidades para que yo gritara WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW!!!!!
Para no hacer el cuento largo, creo que la huida de mi mente lo impidió y ya estoy suficientemente grandecita como para fingir un orgasmo. Inclusive le dije, “concéntrate tú”. Y más que nada porque yo ya estaba bastante seca. Finalmente el instrumento se puso flácido. Y eso si que no. No bajo mi guardia. Digo, el muchacho voló varios cientos de kilómetros para quitarme el sello de clausurado que me rodeaba y como dicen por ahí: “Soy una buena anfitriona”. En fin. Nos pusimos a platicar sobre su vida sexual. (La suya no la mía). A quien sí y a quien no. Las emociones no estaban presentes y debo confesar que eso es una delicia después de meses en ser presa de tanto drama. Después de un rato se volvió a trepar. Literal. Para este momento, mi mente estaba ocupada pensando en la quesadilla. Pero bueno, el hombre se subió y así fue como llegó a la cumbre. Ahora, es importante señalar este momento, pues tuvo una especie de “escalofríos” que duraron bastante tiempo. Tal vez no el suficiente como para derretir el queso de mi quesadilla pero si un buen rato. La pregunta es, ¿qué se hace en este momento? ¿Se abraza, se besa, se lame, da vuelta una, se ignora?
Finalmente me regresó a mi casa. No sin antes dejar ese elegantísimo rincón junto al Viaducto y no sin antes terminar con cualquier indicio de intimidad que hubo entre los dos.
Y por cierto, Miros, tienes toda la razón sentirte rara de que el pingüino no se haya venido. En mi muy particular punto de vista el hombre estaba cansado y tú te lo estás tomando absolutamente personal porque no hubo “orgasmo”. No existe el hombre perfecto. Y si existe, desconfía de él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

AH.... QUE RICA QUESADILLITA!!!!